jueves, 26 de noviembre de 2009

Causas perdidas

(patria obliga; el arranque es nacional)


Perpetuo es aquello que dura de por vida, que desconoce límites y se pierde en lo cotidiano para instalarse imperceptiblemente en cada rincón. Pocas cosas pueden volverse perpetuas, pero tal vez, aquellas más esenciales. Son las que logran confundir al tiempo, marearlo, y hasta a veces inmortalizarlo. Volverlo indefinible, inagotable, indescifrable, inaprensible…

El secreto del que habla Campanella puede que tenga que ver con estas cosas que vuelven inagotable al tiempo. Aquellas que por ser eternas no saben de fronteras, orígenes o finales. Aquellas que a pesar del paso del tiempo no se modifican, que se vuelven casi inalterables. Tal vez, justamente por no poder vislumbrar los límites, se vuelven ciegas. La justicia y el amor, no conocen de formas, tiempos o espacios. Son materias imperceptibles, difícilmente definibles y podría decirse, en un punto perpetuas. Cierto es, que existen amores y justicias que lejos están de inmortalizarse en una perpetuidad, pero no caben dudas que a pesar de su vencimiento, no hay quien no intente, ansíe y desespere por capturarlos.

Lo justo es aquello que se merece, fruto de los actos cotidianos y de las decisiones más o jamás pensadas. Aquello de lo que uno puede arrepentirse o reivindicarse, pero sin dudas, o sin escapatoria, hacerse cargo. Algunas de estas decisiones pueden tomarse en sólo unos minutos pero apropiarse de toda una vida. Pueden calar muy hondo y dejar una herida a la que no le alcance ni una vida entera para encontrar remedio. Hay quienes dedican el resto de sus días buscando un paliativo para ese dolor. Esos, que quedan detenidos en el tiempo, perpetuos, buscando una justicia, que hace varias décadas ha cambiado de domicilio y ya nadie puede encontrar.

Otros, también perdidos en el tiempo, merodean entre fojas de otra causa perdida. Aquí, tal vez no haya tanta ciencia exacta o ley que hacer valer. Pero sí también hay ojos ciegos, que se buscan, se pierden y esperan. Estas causas del latir, también son extensas, eternas, recurrentes y olvidadas. Pero tal vez tampoco nunca del todo cerradas, sino que muchas veces, escondidas en un cajón.

Puede que en medio de la agonía, alguien casi como intentando despabilarse, como recién levantado de una siesta sin horarios, corra a ese cajón y relea las páginas más recordadas de la causa. Y sean esas líneas, las que en un arranque casi violento e impulsivo, lo hagan retomar el caso con las propias manos. Casi sin aliento, sería como intentar correr a ese tiempo, que siempre ha permanecido allí, pero ha sabido esconderse con admirable suspicacia. Lo que ha sido recuerdo, vuelve para encarnarse en un presente y proyectarse hacia un futuro. No podría decirse cual es el comienzo de la causa, porque uno parece haber nacido luchando para ésta. Ya no cabe lugar para cuestionamientos. La lucha es ahora corporal, física; parece haberse mezclado con los rasgos propios. Eso sí, el secreto eterno e inmortalizado está en un solo lugar. Son ellos, que a pesar del tiempo, no han cambiado. Que a pesar de haberse enceguecido por éstas causas, han quedado perpetuos, eternos e inconfundibles. El secreto está en los ojos.


El secreto de sus ojos - Juan José Campanella, Argentina 2009.

Música inolvidable y recomendable: Federico Jusid.

1 comentario:

  1. Después de leer tantas crìticas que se dedican a desmenuzar obras de arte de acuerdo con recetas de manual de escritura fue un VERDADERO PLACER sumergirme en la fiesta de lenguaje que planteás en tu texto:lográs plasmar una mirada
    personalìsima sobre un producto que se lo merece
    y el recorrido que uno hace como lector es de celebración de las palabras y de las ideas:TUS palabras y TUS ideas.BIENVENIDA y FELICITACIONES. LILI

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